Me gustan las fotos y confieso cierta debilidad por las
imágenes en blanco y negro del período que comprende las dos guerras mundiales
y parte de la guerra fría (tan fría ¿verdad?). Hace ya muchos años comencé a
atesorar fotografías para, algún día, tener mi propio archivo en el que poder
pasearme tranquilamente. Al principio me dedicaba a recortarlas de
publicaciones, a fotografiarlas de ahí mismo o a fotocopiarlas. Después, cuando
el ordenador se convirtió en mi sombra, amplié mi archivo capturando las
imágenes de la red. De vez en cuando me gusta darme una vuelta por allí a ver
qué se cuentan como si esperara respuestas, sugerencias, ideas, consejos,
demostraciones visuales. Me he
sorprendido a mi misma hablando silenciosamente con el abuelo que me
sonríe con esperanza desde esa foto que se hizo en el Madrid de 1937. El abu me
guiña el ojo y me transmite su coraje y su irreductible determinación a
aguantar de pie pase lo que pase. Algunas de las fotos que se acumulan por los
rincones de Mis Documentos a veces “levantan la mano” para reclamar mi atención…son
un tanto narcisistas. O quizás sus egos les llevan a pensar que tienen mucho
que decirnos…yo no me puedo resistir; me pasa lo mismo que con los libros en la biblioteca…si me dicen
ven…voy. Hoy me apetece pasear por aquí algunas fotos de mi fotógrafo favorito
y de su época…Él es Robert Capa…aunque la famosa foto del miliciano malherido
siga bajo sospecha de falsedad yo le quiero. Atesorando el trabajo de
Robert comencé a bucear en el personaje
y en el hombre. Tirando del hilo fui encontrando las historias de una serie de
personajes que vistas desde aquí pretenden teñirse de un intenso romanticismo.
Pero lo cierto es que aquella generación de seres tan creativos y valientes
acabó sumergida en la clandestinidad, la precariedad, la huida constante, el
vivir al límite dadas las circunstancias (algunos eran judíos o comunistas o…)
desde que la Europa “nacionalsocialista” dijo: “Aquí estoy yo”. Y aún así esta
gente, muchos de ellos apelotonados en un París momentánea capital de la
libertad, legaron al mundo un arsenal de testimonios sobre su convulsa
actualidad, impulsando una intensísima actividad informativa y cultural…La
cultura “estallaba” de sus manos. Incluso se jugaban la piel, que bien lo supo
Robert cuando perdió a su pareja Gerda Taro (“aquella polaca flaca” a la que yo
también amo) en un trágico accidente sucedido en Brunete 1937 cuando cubrían la
guerra civil por estos lares. O cuando él mismo pereció al estallarle una mina
antipersona en Hanoi 1954, cubriendo la guerra franco-indochina. Bueno no os
enredo más…ahí van.
Por cierto, leí hace tiempo (en una época en que alojé al
fantasma de Robert en casa…tal era mi admiración) este librito. Es una
biografía novelada ambientada en el París lleno de refugiados que contemplaban
con estupor nuestra guerra. Allí se conocieron Robert y Gerda, y aunque peque
de cierto aire romántico cuenta la vida cotidiana de esta gente que en poco
tiempo serían testigos del infierno…Hay un pasaje que me gustó mucho por el
tratamiento que le da la autora…y que bueno como mujer me llegó al
corazón…quizás alguien comparta conmigo esa emoción.
YQue tengáis una semana
provechosa queridas visitasY
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