“No salieron jamás del vergel del abrazo.
Y ante el rojo rosal de los besos
rodaron....
aventados se vieron como polvo
liviano;
aventados se vieron, pero siempre abrazados.”
(“Vals de los enamorados y unidos
hasta siempre”, Miguel Hernández)
“Sentí dentro, en mi boca, el sabor a
la aurora.
Mis
ojos dieron su dorada verdad.
Sentí los pájaros en mi frente piar,
ensordeciendo mi corazón.
Miré por dentro los ramos, las
cañadas luminosas,
las alas variantes, y un vuelo de
plumajes de color,
de encendidos presentes me embriagó,
mientras
todo mi ser a un mediodía, raudo,
loco,
creciente se incendiaba y
mi sangre ruidosa se despeñaba en
gozos
de amor, de luz de plenitud, de
espuma...”
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