El sábado 23 de febrero de 2013 me puse en marcha
desde Alkar hacia Madrid. Me bajé pronto porque
había quedado a las 4 en la plaza de Colón para conocer a la familia
minera que venía como la Marea del Carbón. Me propuse bajar primero por la
calle Génova, pasar por la puerta del PP y elaborar una bonita peineta de
recuerdo….conseguí llegar a Colón aunque casi me piden el A.D.N. que no el
D.N.I., me colé con un grupillo de personas que juraron que vivían por allí.
Encontré a mi familia minera…poquitos pero muy recios; hice un trueque de
broches con una artista y conseguí mi camiseta minera de Ciñera que llevan
todas las mujeres. Empezaba la cosa con color…También pude saludar y poner cara
a los mineros que están colaborando conmigo para publicar varios artículos por
aquí, buena gente y muy simpáticos. Nos movimos para colocarnos dentro de la
columna de la manifestación y yo comencé a moverme por las mareas haciendo
fotos, fascinada de la variedad de personas que compartimos indignación,
injusticias y propósitos de mover la montaña de basura que tenemos encima. Parada
obligatoria en las vallas de la Carrera de San Jerónimo para fotografiar al
“Glorioso Cuerpo de Bomberos” que estaban, cual guardia pretoriana entre el
pueblo y “sus cuerpos de seguridad”. Son una alegría para los ciudadanos.
Coronamos la plaza de Neptuno, retratando a “los cuatro gatos que salen siempre
a las manifestaciones”. Encuentro con
los amigos del barrio de siempre, vuelta al barrio y una caña en el bar de
siempre...Un poco de vida familiar durante la cena. El domingo de vuelta a
Alkar con la grata sensación de seguir compartiendo con mis conciudadanos las calles soberanas,
compartiendo historias, problemas, inquietudes, unas fotos chulísimas y una
tarde madrileña de esas llenas de colores.
Qué diferente de aquel 23F de 1981
en que salía del metro de Banco de España sobre las 6 p.m. más o menos creo
recordar y empecé a oír sirenas. Emprendí mi camino hacia la Escuela de Artes y
Oficios de la calle Marqués de Cubas para mi clase de Dorado y Policromía con
la aciaga sensación de que por la cantidad de coches de policía que estaban
pasando por el Paseo del Prado habría
habido un tremendo atentado de ETA.
Estábamos tan habituados a ellos que casi lo tomábamos con cierta parsimonia y
esperábamos a ver las noticias en la tele para calibrar la gravedad de los
mismos. [No volví a oír tantas sirenas
hasta el 11 de marzo de 2004, uno de los peores días de nuestras vidas, triste
calvario escuchar desde mi trabajo en el
Tribunal Supremo ese lamento interminable desde primera hora conteniendo las
lágrimas para no mojar la paleta de colores con la que estaba retocando un
cuadro. Intimidada de ver mi teléfono bloqueado de llamadas y mensajes…me da
frío]. Perdón por este triste lapsus; llegué a mi escuela, subí y me acomodé en
mi lugar con el sonido de fondo aquel…nino-ninoooo. Pasados unos quince minutos
empezaron a subir compañeros sin resuello comentando los primeros rumores…”ha
habido tiros en el Congreso y hay diputados muertos”. Una compañera se bajó
inmediatamente a llamar a un amigo suyo periodista para enterarse de algo.
Subió como en 20 minutos también sin resuello…todos los bares de los
alrededores estaban atestados de prensa haciendo cola para telefonear (tiempos
aquellos sin móviles, sin internet)…se confirmaba “era un golpe de estado”. Me
sorprendió y me confortó la actitud del profesor que nos instó a dar la clase
con normalidad y después que cada cual se fuera a casa tranquilamente, ya que
no se sabía si la escuela permanecería abierta. Cuando salí de clase Madrid
estaba patas arriba…mucha gente por las calles, el transporte público lleno a
tope, todos hablando de lo mismo, una inmensa incertidumbre, al pasar por la
plaza de Neptuno todos mirando al Congreso rodeado hasta la bandera de las
famosas “lecheras”, la Carrera de San Jerónimo cortada exactamente igual que
ahora. Mi padre incomunicado en Andalucía por el bloqueo de líneas telefónicas,
mi madre agobiada por la despensa y por recogernos a todos pronto en casa a ver
la tele y esperar, esperando a ver si recogíamos a una amiga que no encontraba a su familia
(debían de andar quemando listas de afiliados al PCE por algún lado…). Y por
fin nos sentamos frente a la tele a esperar que terminase semejante payasada
trasnochada y gris. Finalmente mi padre contactó con nosotros (allí estaba todo
en calma), mi amiga encontró a su familia comunista y se recogió con ellos, mi
madre albergó la esperanza de llenar la despensa al día siguiente a primera
hora (la pobre)…y como era de ley y de justicia todo volvió a su ser. No hubo
atentado terrorista, no hubo diputados muertos (tiros si…algo realmente vergonzoso),
retomamos nuestras vidas y yo particularmente pude asistir a la siguiente
clase. Y entonces como este sábado volvimos a ocupar las calles soberanas de
Madrid. Gracias a todos. Buena semana.
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