Ayer,
mientras realizaba una tarea doméstica tan vulgar como tender la ropa, recibí
un regalo precioso. Asistí a la danza de una bandada de cigüeñas de paso por mi
pueblo. Me pareció increíble la sincronicidad de tantos individuos, fascinante
la elegante oscilación que imprimían sobre un cielo azul maravilloso. No pude
por menos que abandonar mi ropa, correr a por la cámara de fotos y deleitarme
en la contemplación de semejante milagro. Adiós amigas cigüeñas, gracias y
espero que volváis por aquí pronto y me obsequiéis con vuestro espectacular
baile.
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