Volvía una
tarde a mi hogar tras una jornada laboral intensa y tremendamente agotadora…Y
cuando cerré la puerta tras de mí…no escuché ese maravilloso sonido del
silencio!!!!...???? Como en la lejanía escuché un ligero gorjeo, gimoteo, tenue
quejido…cómo describirlo. Superado el desconcierto momentáneo, me propuse ser
valiente y buscar el origen de semejante ruido intruso en mis dominios.
Sigilosamente fui caminando desde la puerta y una por una recorrí todas las
habitaciones con sus recovecos correspondientes, hasta que llegué a mi
habitación, templo sagrado de mi cueva donde reina el descanso. Qué cosa osaba ultrajar
y perturbar ese reducto tan íntimo y
personal. Pero qué descaro tan grande…Me espeluznó observar que ese infame
ruidejo provenía de ¡¡debajo de mi cama!! Agarré el arma que tenía más a mano…una
de mis zapatillas con suela de esparto, bien preto y trenzado…Empuñando el
arma, me agaché y lentamente fui levantando la bonita colcha de ganchillo de mi
abuela y encontré una enorme cosa peluda gimoteando absurdamente. Preparé la zapatilla
para asestar un sólo golpe mortal y ¡¡¡ZASSSSS!!!!!! Le arreé con todas mis
fuerzas. Una vez liquidado el intruso, y ya con calma me puse a la tarea de
recuperar los despojos de semejante bicho y descubrí con estupor y a la
vez alegría, que se trataba de una
enorme pena que pensaba crecer cerca de mi corazón…Y fue maravilloso sentir que
esa pena ya no tendría la oportunidad de inyectarme el virus de la tristeza.
Moraleja:
Matad a las penas rápidamente, que si no crecen y te atrapan. (Un bonito cuento
con que nos amenizó Pilar después de una ruta por el embalse de Pálmaces,
Guadalajara,,,un lugar precioso). En fin, sean Felices con una F más grande que el Universo…Abrazos de Luz…
A.D.A. 1996 |