El mal ajeno: Si te pusieras en la piel
de un director de cine novel en el momento en el que se dispone a dar el salto
del corto al largometraje, seguramente,
matarías porque te produjera tu ópera prima alguien como Alejandro Amenábar (Ágora);
porque participaran actores tan conocidos en el cine español e independiente
como Eduardo Noriega (Abre los ojos);
o para que te escribiera el guión Daniel Sánchez Arévalo (Azul oscuro casi negro - Gordos). La suma de estos
deseos o anhelos de cualquiera que se enfrente a esta situación, es lo que le
ha ocurrido a Óskar Santos, conocido por cortos como: Torre y Soñador; que se ha rodeado en su primera incursión en el
cine por un elenco que muchos querrían a su lado. El mal ajeno transcurre casi en su totalidad en un
hospital y tiene como personaje principal a un médico que trabaja en la unidad
del dolor. Diego (Eduardo
Noriega) es un doctor acostumbrado a manejar situaciones límite, ya que, forman
parte de su vida diaria al trabajar en el hospital. Debido a esta rutina, se ha
inmunizado frente al dolor ajeno, pero, tras el intento de suicidio de Sara
(Angie Cepeda), una de sus pacientes, la vida de Diego y de los que le rodean,
penderá de un hilo porque, a veces, la realidad esconde algo extraordinario. La
historia busca aunar lo cotidiano con lo extraordinario, con un comienzo en travelling en donde se muestran pacientes que se
desahogan frente al doctor, de espaldas a la cámara, para seguir con sus
confesiones, esta vez frente a una cámara de video que nos muestra sus
caras, intercalándolas a un lado u otro de la pantalla, buscando el dinamismo.
Un comienzo en el que Óskar Santos sitúa al espectador en la situación a la que
se debe enfrentar diariamente el personaje de Diego, colocándonos frente al
dolor ajeno. Paralelamente a estos desahogos, un hombre recoge sus cosas en una
habitación, de forma nerviosa y algo desesperada que parece una huída... Y así
comienza el día a día de Diego: frío, seco, ajeno a todo lo que le rodea,
incluso a su familia, que se descompone poco a poco; un hombre que pasa por sus
pacientes mientras le recomienda a su residente que no les mire, que no les
pregunte por sus vidas, porque es la única manera que tiene para evitar que le
afecten desgracias desconocidas. El
personaje que destaca a lo largo del film, el eje de la historia es el
interpretado por Eduardo Noriega. Puede que parezca una casualidad que actúe en
el primer trabajo de Santos, pero, las casualidades no existen. Su personaje
recuerda al que interpretó en Abre los ojos,
guardando las distancias; un hombre perturbado, al que le ocurren sucesos fuera
de lo común, con éxito en el trabajo pero desgraciado en su vida privada... y a
su director, por lo que el actor se mueve con comodidad y muestra las emociones
en las diferentes situaciones a las que se enfrenta con credibilidad. El film es una mezcla de thriller y drama, salpicados con esos toques de
humor característicos en los guiones de Daniel Sánchez Arévalo. En dichos momentos en los que
se intenta liberar la tensión en el espectador y mostrar situaciones cotidianas
dentro de la familia, el personaje interpretado por Clara Lago sobresale con
creces y logra que te olvides del dolor y sonrías. Esa mezcla entre lo
cotidiano, representado en el día a día del hospital, con lo extraordinario
comienza con fuerza, pero, a medida que avanza la película, va decayendo,
complicándose cuando se intenta explicar el porqué a lo que le sucede a Diego,
pero, no dejo de reconocer que el ambiente del hospital, un espacio iluminado
por una luz tenue, oscura, consiguiendo así una gran fotografía, la
composición de los personajes dentro de los planos, con unos movimientos de
cámara que en momentos cruciales, como la escena en el garaje que
desencadena la acción del film o el instante en el que descubre lo que está
sucediendo, cuando recorre los pasillos del hospital, acompañados por los
acordes de Fernando Velázquez y la Orquesta Sinfónica de Euskadi, hacen que el
trabajo de Óskar Santos no pase totalmente desapercibido, a pesar de que no
llegue totalmente a sorprender. El mal ajeno nos hace plantearnos si realmente nos
podemos convertir en alguien como Diego, simplemente por tener miedo a sentir,
a experimentar sensaciones que nos transmiten los demás, que hacen que nuestra
seguridad se tambalee. A su vez, nos ayuda a darnos cuenta de que, en
muchas ocasiones, solo valoramos a los que nos rodean cuando estamos a punto de
perderlos, algo que hace que reflexionemos al salir del cine.
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