“Ella era el último miembro de una raza solitaria y
sutil. Era una flor que Alejandría había tardado trescientos años en producir y
que la eternidad no puede marchitar.....Maldito sea Amor, que me
asesina.....Sintió un profundo estremecimiento, como si se presentase ante sus
ojos todo el esplendor de un tiempo que jamás vivió, pero que era su propio
tiempo y un sentimiento más profundo.....La luna proyectaba sobre el cielo una
claridad espectral propicia a la más inesperada revelación mística. Y era tanta
la intensidad de aquella luz que llegaba a esconder el fulgor de las
estrellas.....Pon en sus manos la fragancia de la primavera y la suave
resignación del invierno.....Llegaste con tu encanto indefinido. Pocas líneas
solamente se encuentran en la historia sobre ti.....Quizá sea la esencia del
amor esa provisionalidad de los instantes. Quizá la plenitud del amor estuvo en aquel encuentro de nuestras
miradas, en algún lugar que no recordaré hasta dentro de unos años.....Se
perdió su voz sobre las olas como el mágico niño que surcó los mares cabalgando
en un delfín de mil colores.....Pero eran ojos perdidos, como cavernas en un
rostro surcado por lágrimas que le producían quemaduras en la piel por más que
el viento del mar fuese helado y azotase con la fuerza del acero.....” T. Moix - No digas que fue un sueño”.
A.D.A 2013 |
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